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con ganas de hacer algo divertido.
Desde el balcón asomó su mirada,
y pensó: "¿Por qué no aquí mismo, en plena jornada?"
Sin pensar en qué podría pasar,
decidió al balcón su instinto liberar.
Pero ay, ¡qué desastre, vaya cuestión!
Su madre lo vio en plena acción.
"¡Duke!" gritó ella, con ojos de asombro,
"¿Es que acaso tu cuarto te parece escombro?"
Rojo de vergüenza, el pobre rapaz,
intentó esconderse, pero ya era incapaz.
Desde entonces, Duke lo tiene aprendido:
el balcón no es baño, ¡le queda prohibido!