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Era un día cualquiera en la habitación de Kurstah, donde su único compañero, su amigo imaginario "Mano Derecha", estaba a punto de llevarlo a una aventura inesperada. Entre pilas de juegos y cartas de "Balatro", Kurstah miró a su amigo y dijo: "¿Y si nos volvemos los reyes del tráfico de cartas?"
Mano Derecha, con una sonrisa traviesa, respondió: "¡Eso suena épico! Pero necesitamos un plan". Ambos comenzaron a trazar un esquema en el aire, imaginando cómo podrían hacerse con las cartas más raras del juego.
La idea era simple: robar cartas de otros jugadores en las partidas en línea y revenderlas a quienes estaban dispuestos a pagar una fortuna. Así, se pusieron a trabajar. Usando la astucia de Mano Derecha, se disfrazaron de jugadores novatos, atrayendo a los demás con su inofensiva apariencia.
Sin embargo, la fama también trajo problemas. Un grupo de jugadores competitivos comenzó a sospechar de su ascenso meteórico. Un día, Kurstah y Mano Derecha se encontraron rodeados por estos "guardianes de las cartas". "¿Qué creen que están haciendo?", preguntó el líder del grupo con una sonrisa amenazante.
Kurstah, sintiendo la presión, miró a Mano Derecha y, con un guiño, improvisó. "Estamos aquí para salvar las cartas, no para traficar. ¡Las cartas deben ser libres!" Todos se quedaron en silencio, sorprendidos por la audacia del joven.
Con esa advertencia, Kurstah y Mano Derecha decidieron cambiar su enfoque. En lugar de traficar cartas, comenzaron a organizar torneos y eventos, donde todos podían intercambiar cartas y divertirse. Así, en lugar de ser conocidos como los villanos del tráfico, se convirtieron en los héroes de la comunidad.
Y así, Kurstah y Mano Derecha aprendieron que, a veces, la verdadera diversión está en compartir y disfrutar del juego con amigos, imaginarios o no. Desde entonces, su amistad se volvió más fuerte y juntos continuaron explorando el mundo de "Balatro", creando recuerdos que durarían para siempre.