Para cualquier lector y ojo curioso; a los transeúntes, vagabundos y errantes que por cualquier motivo hayan llegado a este perfil concreto de Steam esperando algún meme o comentario muy tórrido hacia la figura de cierto Almirante; o en fin, para cualquier alma superviviente de los horrores acontecidos en el comienzo de esta segunda década:

Tras contemplar durante meses el advenimiento del fin del mundo a causa de muy diversos acontecimientos, y llegar al convencimiento de que quizá no llegue a volver a ver -con gran tristeza- el siguiente debate en torno al vestido de nochevieja de la Pedroche, me veo en la obligación de dejar escrito aquí mi legado para todos los que hayan logrado seguir adelante. No contaré más que la realidad de lo que pasó, pues mi chip implantado junto con la salvación de la vacuna del COVID19 me otorga la sabiduría, la visión y el poderío del mismísimo Bill Gates. De hecho, todos somos Bill Gates ahora.

En principio, el año comenzó con las fatalidades más convencionales acordes a estas fechas.
Los atragantamientos a la décima uva. Los impactos críticos por caramelazo en las regias cabalgatas. Desde nuestra escasa perspectiva entre mesetas y playas, parecía que el mundo iba a continuar su aburrida distopía otra vuelta al Sol más. Pero desatendimos las advertencias que nos llegaban desde el otro lado del globo: desde Asia llegaban noticias de un peligroso virus; no obstante, como las informaciones que llegaban nos sonaban literalmente a chino, no supimos entender el mensaje. Como consecuencia, nuestro siempre eficiente Gobierno fue incapaz de prever y prepararse ante la verdadera amenaza que se acercaba a expensas de nuestra dulce ignorancia.


El peligro continuó gestándose por el mundo, hasta que en marzo, las campanas empezaron a tañer por las primeras víctimas de aqueste microscópico hijo de la gran

Tuvimos que aprender a vivir encerrados; si bien suerte que nosotros, los introvertidos, supimos llevar esta parte con enorme entereza como la raza superior que somos. A pesar del ominoso silencio que ocupó las calles y los negocios (y en el peor de los casos, algunas viviendas), no podemos más que contentarnos por la auto-purga de los tontos de turno, víctimas de ir haciendo el idiota en Tik Tok y otras redes sociales mientras estaban encerrados con una cámara en el móvil y muy poca vergüenza.

Transcurrieron dos meses hasta que llegara el siguiente horrible revés a nuestra especie. El 13 de mayo, una sombría secta decidió que la alineación de los astros era la adecuada para invocar al gran C'thulu en algún oculto lugar del sur del océano Índico, cerca de la costa africana. El surgimiento del Antiguo dejó millones de cadáveres en su paso por el continente africano, mientras la comunidad internacional observaba con preocupación el momento del año en el que podría reanudarse la Champions con certeza y seguridad en los estadios.

No hallamos aún respiro ni descanso en abril. Al comprobar que la humanidad había abandonado las calles, la naturaleza volvió a tomar su espacio. Pavos y jabalíes empezaron a poblar las ciudades en nuestra ausencia, y poco después vendrían los chotacabras, los dragones, los grifos y los hippies. Pasaría mucho tiempo, esfuerzo y redes antes de que pudiéramos devolver a estas criaturas a su hábitat de origen y reclamar lo que es nuestro. Fue también en este mes en el que el COVID mutó a una vertiente que resultaba aún más mortífera, si bien solo afectaba a los weebs y a este tipo de gente que te agarra fuertemente del brazo al hablar. En verdad, esta última fue la única noticia positiva del año.

Al filo del mes de mayo, el Dios Antiguo C'Thun había alcanzado el sur de Italia, dispuesto a seguir extendiendo su reinado y el terror en la humanidad, tal y como estaba escrito en los antiguos pergaminos. Pero lo que todo el conocimiento oculto entre la negrura infinita del universo no pudo vaticinar es la enorme vulnerabilidad del eldritch ante el coronavirus que aún seguía muy presente en la costa siciliana. Dicho sea como explicación: si el virus ataca con saña a los ancianos, ¿cuánto debería multiplicarse su poder en el interior de una entidad antediluviana? Así fue como la edad y la falta de un respirador gigante hizo cumplir con la profecía en la que se vaticina que “incluso la Muerte puede morir”.

Llegaron los meses de junio y julio, y el calor, y la gente de Madrid entrando en combustión espontáneamente cada vez que pasaban más de un minuto sin estar al abrigo de una sombra. Junto a la reglamentaria mascarilla, empezó a ser menester llevar un extintor personal para tratar esta ardiente eventualidad.

Finalmente, en agosto se desató el Apocalipsis sobre la Tierra. Recuerdo a los Cuatro Jinetes cabalgando sobre sus patinetes eléctricos en llamas desde el cielo, pues a pesar de los milenios que han sucedido desde el Nuevo Testamento, sus míticas figuras también habían seguido de cerca el milagro tecnológico. Aquellos terribles heraldos observaron toda la miseria y el auténtico ♥♥♥♥♥♥♥♥ que había actualmente planeta, que ya antes de su llegada ya habían plagas y hambre de sobra y que el infierno era un grado más fresco, y determinaron que de ningún modo se podría superar esta situación con su Apocalipsis. No tardaron en regresar a su plano de existencia en el Fin de los tiempos con gran vergüenza e impotencia, y allí con ellos fue donde se escondió nuestro emérito rey Juan Carlos.

Los siguientes meses se vivieron con la calma tensa que persiste entre oleada y oleada, al acecho de los nubarrones en el horizonte y con un futuro agitado, como una embarcación en alta mar. Supongo, gran debe ser la creatividad del marinero aburrido como del ex-cautivo hogareño, pues tras un tiempo descubrimos formas asombrosas (todas ellas incorrectas) de llevar una mascarilla. Pero lo imaginativo no siempre concuerda con lo práctico, por lo que en virtud de nuestro orgullo patriótico, volvimos a levantar la curva de contagios hasta la altura -que es suprema- de nuestra bandera española.

Este es el camino en el que nos encontramos, y que la suerte me acoja para que en los siguientes días no acabe muerta ya no por un virus, si no sea por combustión espontánea o atropellada por un condenado ciclista en el río Manzanares.

Mientras tanto, ¿alguien para doto?