Es algo que pasa pocas veces. Te pones con un juego y te absorbe, te engancha, formas un todo con él y acaba produciéndote un torrente de curiosidad, ansias por explorar y conocer todo de su mundo y lo que le rodea. Con Outer Wilds es algo mágico, tiene ese componente de aventura y descubrimiento propios de un Zelda de Miyamoto pero multiplicado por 1000 porque se ambienta en el espacio y la ciencia ficción y es verdad que vemos mucho juegos en este setting, pero no con el enfoque de está obra. El diseño esta tan medido, es tan bueno y se siente tan orgánico que te vuela la cabeza. Es un pequeño gran puzzle con muchas incógnitas que vas desvelando poco a poco, los nudos se van deshaciendo, te redescubres a ti mismo y al mundo que te rodea y pega tan fuerte al final y te deja tan consciente de ti, de tu propio mundo, del ser humano, del camino, del propio espacio, del universo y del destino que te quedas obnubilado, pensando infinitamente en todo y durante días y cuando vuelves a mirar atrás hacia Outer Wilds, sientes que hay un deseo de volver a redescubrir ese mundo de volverlo a vivir por primera vez. Atesorad esa primera experiencia, porque nunca volverá.