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En la selva oculta, donde sombras se entrelazan,
un hombre-tigre en la penumbra se desplaza.
Con garras afiladas y mirada fiera,
es mitad bestia, mitad alma viajera.
Su piel es un lienzo de rayas y piel curtida,
en sus ojos de fuego la vida está contenida.
La fuerza del bosque late en su corazón,
un eco ancestral de salvaje devoción.
Bajo la luna plateada, en la noche silente,
canta en susurros la selva, su amante confidente.
En la danza de sombras, en el río y la espesura,
se fusiona el hombre con la fiera en ternura.
Camina entre secretos, en la bruma y la niebla,
su alma libre y salvaje, en la selva se desvela.
La naturaleza en él halla su reflejo,
un eco eterno, un etéreo espejo.
En la piel de la noche, en el alma salvaje,
un hombre-tigre se desliza en su coraje.
Mitad carne, mitad espíritu sin velo,
en su ser late el pulso de lo eterno y lo anhelo.