Érase una vez, en un pequeño pueblo de México, había un gato llamado Alejandro. Alejandro era un gato guapo con un pelaje negro brillante y grandes ojos verdes. Pasó la mayor parte de sus días descansando al sol y observando los pájaros en los árboles.

Un día, mientras Alejandro dormía la siesta en un parche de sol, escuchó un ruido extraño. Era el sonido de un ladrido, fuerte y persistente. Alejandro tenía curiosidad, así que se levantó y fue a investigar.

Mientras se acercaba a la fuente del ruido, vio a un perro blanco llamado Juan. Juan era un perrito desaliñado con orejas caídas y una cola que se movía. Le estaba ladrando a una ardilla que estaba posada en una rama por encima de él.

Alejandro nunca había visto un perro antes, pero no tenía miedo. Se acercó a Juan y se presentó. "Hola, mi nombre es Alejandro. ¿Quién eres?"

Juan dejó de ladrar y miró a Alejandro con sorpresa. "Hola, soy Juan. Nunca antes había conocido a un gato. ¿Eres amigable?"

Alejandro sonrió. "Por supuesto que lo soy. No veo por qué los gatos y los perros no pueden ser amigos. ¿Te gustaría jugar?"

Juan meneó la cola con entusiasmo. "¡Sí, por favor! Me encanta jugar".

Así que Alejandro y Juan pasaron el resto del día persiguiéndose por el pueblo, jugando al escondite y durmiendo la siesta al sol. Rápidamente se convirtieron en los mejores amigos, y todos en el pueblo se sorprendieron al ver a un gato y un perro jugando juntos.

Con el paso de los días, Alejandro y Juan continuaron jugando juntos y explorando el pueblo. Incluso comenzaron a enseñarse nuevos trucos. Alejandro le enseñó a Juan a trepar árboles, y Juan le enseñó a Alejandro a cavar en busca de huesos.

Finalmente, llegó el momento de que Alejandro regresara a su hogar. Se despidió de Juan, prometiendo volver pronto a visitarlo.

A partir de ese día, Alejandro y Juan siguieron siendo los mejores amigos. Siempre que Alejandro venía de visita, Juan lo saludaba moviendo la cola y ladrando alegremente. Y aunque eran especies diferentes, sabían que su amistad era especial y duraría toda la vida.